martes, 14 de septiembre de 2010

ILUMINADOS


Hoy es uno de esos días en los que, casi sin darse cuenta, uno ve su entorno con un poquito más de claridad.

Hoy me he econtrado con un amigo radioactivo, un marido eléctrico y unos hijos acalorados. Todos ellos compartían un elemento común: la luz.

Mi amigo, tiene una luz incandescente, de esas que van desde dentro hacia fuera, de esas luces que engañan, porque se ven así tan humildes, tan humanas...Pero como el rescoldo es la base del fuego, así es él, aquello que lo mantiene vivo. Es el fundamento de la llama que produce y resurge una y otra vez. Es un ángel, que se escapa de la hoguera para que todo arda. ¡Y ahora también irradia! literalmente.

Mi marido, tiene una luz clara y potente. Una luz como de luna llena o de faro junto al acantilado. Aparece en la noche, cuando todo el abismo se cierne y la oscuridad ciñe las almas, robando a la soledad su nombre y a la noche sus batallas. Él es una luz que acompaña en el camino y que se queda siempre. Una luz de humor, amor y besos, de risa, sueños y calma.

Mis hijos, son lucecillas halógenas, o leds instalados en lámparas veloces. Son pequeñas bombillas de las que cuando las tocan queman, tan frágiles y a la vez duraderas. Son pequeños motorcillos, calentitos e iluminados. Fogonazos de vida que no para, recordándote siempre que mires dónde mires hay un punto de luz que aclara todo. Son la luz que me da alas.

Hoy me siento de luces rodeada, iluminada por fuera y por dentro, casi quemada desde las entrañas, por esas luces que siempre encuentro en mi alma.

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