martes, 5 de octubre de 2010

Buitres


Volvía esta tarde, como tantas otras, como ninguna. Volvía digo con espíritu sereno, mirando la sierra de frente, recreándome en los perfiles de los picos, tratando de gravar en mi mente sus colores.

Volvía, temerosa de un futuro próximo, de
un viaje. Respiraba profundamente y la melancolía se adueñaba de mí, poderosa y persistente. Mi alma se reconoce en las montañas, en los rincones, en los riscos.

Vi volar buitres haciendo círculos concentricos, muchos, quince, veinte, más. Para mi son un signo benigno, una hermosa aparición, una señal inequívoca que me hace presente a quién más amo.

Miraba las montañas y sentía mi cuerpo como sin fuerzas, mi alma caminando agitada, mi pensamiento alborotado, perdido.

Miraba las montañas y de mí sólo se rendía mi paciencia.

Otro día más. Unas horas menos.

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