Me vienen a la memoria canciones infantiles; las esperanzas y los sueños limpios, desnudos de miserias, repletos de certezas.
"Al pasar la barca..." y veo coletas golpeando graciosamente las pecas, la cabeza un poco gacha, los ojos siguiendo la cuerda, balanceada por manos pequeñas, con uñas devoradas y alguna que otra pulsera de fabricación casera.
"...me dijo el barquero..." una campana sonando a lo lejos y el recreo que termina. Como un enjambre revoloteábamos alrededor de la puerta estrecha y sombría, que nos sacaba del juego, de la risa.
"...las niñas bonitas..." y al salir de clase apresuradamente perdiendo la tan apreciada compostura de colegio de monjas, el griterío brutal y las carreras, y la "sor" persiguiendo por los pasillos para enderezar morales y maneras.
"...no pagan dinero..." la curiosidad constante, el miedo osado. Los años pocos, los enfados justos, las preocupaciones itinerantes, los amig@s siempre.
La canción sigue, la vida también. Todo ha cambiado.
"...yo no soy bonita, ni lo quiero ser..." Hoy coqueteamos con el mundo para vernos mejor, para serntirnos mejor. Admirados, escuchados, leídos, ensalzados...esperamos más de la gente y menos de nosotros, o dejamos de creer en ese mágico azar que nos llevó a saber que algún día seríamos príncipes o princesas, políticos, astronautas, terapeutas...
"...las niñas bonitas se echan a perder..." y pensamos en consolarnos con vidas a medias, renunciando a los sueños, al futuro.
Pero hoy me niego a bajar la cabeza, a echar nada a perder, a abjurar de lo bello, de la onírica imagen de la infancia (llena de risas melladas, sin complejos) y me decido a luchar por lo que quiero vivir: tocar la pared gritando "casa", en el fuerte de los cliks, acechada por pequeños indios, en una hermosa colina de Cacerestown.
"Al pasar la barca..." y veo coletas golpeando graciosamente las pecas, la cabeza un poco gacha, los ojos siguiendo la cuerda, balanceada por manos pequeñas, con uñas devoradas y alguna que otra pulsera de fabricación casera.
"...me dijo el barquero..." una campana sonando a lo lejos y el recreo que termina. Como un enjambre revoloteábamos alrededor de la puerta estrecha y sombría, que nos sacaba del juego, de la risa.
"...las niñas bonitas..." y al salir de clase apresuradamente perdiendo la tan apreciada compostura de colegio de monjas, el griterío brutal y las carreras, y la "sor" persiguiendo por los pasillos para enderezar morales y maneras.
"...no pagan dinero..." la curiosidad constante, el miedo osado. Los años pocos, los enfados justos, las preocupaciones itinerantes, los amig@s siempre.
La canción sigue, la vida también. Todo ha cambiado.
"...yo no soy bonita, ni lo quiero ser..." Hoy coqueteamos con el mundo para vernos mejor, para serntirnos mejor. Admirados, escuchados, leídos, ensalzados...esperamos más de la gente y menos de nosotros, o dejamos de creer en ese mágico azar que nos llevó a saber que algún día seríamos príncipes o princesas, políticos, astronautas, terapeutas...
"...las niñas bonitas se echan a perder..." y pensamos en consolarnos con vidas a medias, renunciando a los sueños, al futuro.
Pero hoy me niego a bajar la cabeza, a echar nada a perder, a abjurar de lo bello, de la onírica imagen de la infancia (llena de risas melladas, sin complejos) y me decido a luchar por lo que quiero vivir: tocar la pared gritando "casa", en el fuerte de los cliks, acechada por pequeños indios, en una hermosa colina de Cacerestown.
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