lunes, 15 de marzo de 2010

DESILUSION


He tenido una tentación, abandonarme de lleno en el prejuicio y contarme entre los miles de ateos del hombre.

Me parece mentira que alguien pueda ser mezquino hasta tal punto de emborronar tanto su experiencia, que manche honor e integridad de los que le rodean.

Me supera la observación de la negligencia más absoluta con el consentimiento cómplice de quién, pudiendo evitarlo, permite que se deforme la realidad hasta que ya nada vuelve a ser como antes.

No entiendo que "quien-tiene-que-tomar-decisiones" no sea capaz de tomar decisiones. Que quién tiene el deber de colaborar con "otro" para salvaguardar la identidad e integridad de un "varios", no sea capaz de afrontar el conflicto que supone ayudar a otro a reconocer que no sabe.

Creo que me estoy haciendo vieja, porque veo una generación de seres humanos que se enorgullecen de ser quienes son, cuando no lo saben aún y que envilecen lo que tocan, porque en su necedad, prefieren dañar, ocultar, evitar e incluso acusar antes que reconocer que nadie les enseñó a hacer algo.


Esos que pasando por "progres" y "Hippies" no dejan de ser aún adolescentes, enrollados en el cordón umbilical de papá o mamá (quién por supuesto paga las facturas importantes, los viajes, la casa y el coche). Son los que con una lánguida cara de pena y el móvil de última generación te informan de sus dificultades para llegar a fin de mes y se meten en guerras absurdas en las que ni siquiera distinguen los bandos.


Aún asi, haciendo un esfuerzo titánico, me comprometo a creer en el cambio, en la pedrada a tiempo, en ese resbalón que no siempre vemos pero que llega seguro. Prefiero convencerme de que alguien les ayudará en algún momento a comprender de que va eso de ser persona y de vivir en este mundo, alguien que quizá tenga más paciencia que yo y se sienta menos dolido.

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